sábado, 17 de octubre de 2009

¿Legisladores que no saben legislar?

Legisladores que no saben legislar Legislar es más que “dar, hacer o establecer leyes” (DRA; Madrid, 2001, p.921). Es más que la mera reunión de quienes presumen de legisladores, para redactar supuestas prescripciones que no reconocen la visón de quien adversa la posición político–ideológica que determinó, irrisoriamente, el arribo de estas personas a dichos escaños. Indistintamente del acervo cognitivo que éstos individuos deberían ostentar y detentar, su nominación es cuestión de politiquería. Ni siquiera, entre los partidos políticos, son seleccionados quienes mejores calificaciones poseen en términos de lo que bien pudiera ser una posible contribución al ejercicio legislativo. Es decir, al hecho propio de legislar con base en conocimientos exactos en Jurisprudencia, Historia Política Contemporánea, Filosofía del Derecho, Ontología y Deontología Jurídica, Ética Pública, Gestión de Gobierno y Gerencia Pública, particularmente. No obstante la Constitución de la República, escasamente sanciona que para llegar a ocupar el cargo de “legislador” es suficiente contar con el voto popular. Tan elemental condición, define la ascensión de cualquier persona, por analfabeta que sea, a sentirse con la capacidad para legislar sin saber legislar. Para ejercer funciones de control sobre el Gobierno y la Administración Pública, sin conocimiento de Teoría Social. Para aprobar planes de desarrollo, sin tener idea de planificación. Para dictar leyes orgánicas, al margen de lo que pauta el Derecho Constitucional. Para organizar los poderes públicos, sin conocimiento de Teoría de Gobierno. Para discutir y determinar el presupuesto regional sin idea de Teoría Económica, Finanzas Públicas y Teoría Administrativa. Entre otras carencias. En fin, se llega a “legislador” (o a diputado) sin tener luces claras de las responsabilidades que compromete el susodicho trabajo. Sólo es suficiente, estar entre los más aduladores del candidato mayor o sencillamente suponer que legislar es más de lo que no conduce a nada para seguir arrastrando al país a estadios de vergüenza, depresión, incultura, violencia, inseguridad, zozobra y atraso. Más si el discurso que orienta la suspicaz actividad legislativa, sigue la ideología política pretendida desde Miraflores que es igual al asfixiante populismo que encubre la hostigante perorata que envuelve al decadente socialismo (mal llamado del siglo XXI). Estas realidades invocan cambios que sólo podrán alcanzarse a partir del trabajo de una sociedad con conciencia de las precariedades incitadas por la aludida “revolución bolivariana”. De lo contrario, el país seguirá sumido en una crisis política que arrastra una crisis de tipo de dominación (autocracia) y una crisis de tipo de acumulación (concentración de poderes) que determinará la involución completa del país al despreciarse esfuerzos procurados en la senda de la democracia social, económica y política. 2010, constituirá la oportunidad esperada para sacudirse estos remedos de legisladores que no saben legislar.

domingo, 4 de octubre de 2009

¡ACTITUD DE PERDEDOR!


Quien sabe ganar, no siempre sabe perder. El ganador asume una actitud de orgullo que puede rozar la soberbia. Aunque hay personas que, cuando ganan un reto, viven el triunfo con humildad, con el valor del guerrero que sabe reconocer el esfuerzo del contrincante por derrotado que esté. Tan sabio comportamiento, es propio de quienes entienden el significado de la vida. De quienes comprenden que vivir no es asunto de fogosidad, sino de honestidad. De consideraciones que impliquen la importancia del otro, indistintamente de la apreciación que pueda tener sobre el problema que atañe al resto.

La política, o mejor aún la política justa, reconoce en la pluralidad la condición social que favorece la coexistencia humana pues en su razón se conjugan valores que incitan disposiciones éticas y morales que plantean la búsqueda del equilibrio necesario como base de la convivencia entre personas que se organizan alrededor de objetivos comunes y dignos. Sin embargo, la desnaturalización de la política, producto de la crisis de paradigmas que engloba las realidades vigentes, ha alentado el desarreglo de organizaciones sociales y políticas con el firme propósito de distanciar las posibilidades de desarrollo de las necesidades de consolidar el crecimiento de las instituciones.

En medio de tan absurdas situaciones, el actual gobierno ha asfixiado a Venezuela. Su visión de país se ofuscó por vientos triunfalistas que tristemente quedaron en el pasado. La arrogancia no permitió “pasar la hoja”. Así, viviendo presumidamente una actitud de vencedor, estos gobernantes equivocaron el rumbo del país en el turbulento mar de la incertidumbre. Hoy con la nave casi naufragada, no quieren aceptar que su proyecto político fracasó. Deberán reconocer que sólo exhibieron una rotunda actitud de perdedor.